Antes de la peluca y la casaca
fueron los ríos, ríos arteriales.
Así comienza el primer poema, “Amor América”, de Canto general, el gran libro de Pablo Neruda, una obra continental para un poeta igual de grande.
Pienso en estos versos mientras vuelo de Port Mont de Chile a Punta Arenas, en el segundo tramo de mi viaje a Puerto Williams. Veo el continente americano adelgazándose allá abajo, conforme volamos hacia el sur, escarpado en cimas nevadas hacia el Este, más y más lamido por un océano Pacífico cada vez más presente a nuestra derecha, dando forma a ensenadas y fiordos. Una vez en tierra, Punta Arenas, como muchas de estas ciudades australes, parece un milagro entre la inmisericordia plúmbea del cielo y un mar no menos gris.
Punta Arenas estaba vacía esta mañana sólo vagaban los perros por la plaza, pocos turistas y y algun ciclistas. Afortunadamente, un grill fumoso nos ofrece un poco de calor, cerveza y buena carne, a mí y a Stephan. Esta mañana, el taxista me sonríe mientras suena Serrat en la radio del coche. Mira a su derecha cuando le señalo una lengua de tierra paralela al Estrecho de Magallanes. Eso es Tierra del Fuego, me dice, como quien se sabe unos kilómetros más al norte del espectro austral..
“tierra montañosa, parcialmente sumergida en el mar, hasta tal punto que los profundos fiordos y bahías ocupan el lugar que suelen ocupar los valles”. Así, con estas palabras, lo describió Darwin.
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